Lo que llamamos Hatha Yoga es sin duda, un camino de desarrollo personal que propone la movilización de las fuerzas vitales, concentra los recursos del cuerpo para desbloquear y hacer fluir libremente la energía psicofísica fundamental, y facilita el acceso al interior del ser humano, aquello que lo trasciende, procurándole armonía, quietud, fortaleza y seguridad; aspectos esenciales para una vida cuya dirección es un «Proyecto de Realidad» verdadero dentro de un camino de crecimiento interior. En realidad, todos los tipos de Yoga que existen persiguen este objetivo fundamental y aunque el Hatha Yoga sea tomado hoy día, como una gran herramienta terapéutica o un medio para redescubrir el cuerpo, lo cierto es que el Hatha Yoga, tal y como se propone genuinamente, solo se presenta como una vía de educación no del cuerpo, sino a través del cuerpo; no como instrumento de bienestar psicomental, sino como camino de desarrollo espiritual a través de la claridad mental.

Creo que sería magnífico si pudiéramos acercarnos a la práctica del Hatha Yoga, desde una concepción más coherente con aquello que son sus fundamentos esenciales. Si fuera así, cada practicante podría encontrar, en cualquiera de los numerosos estilos y variadas propuestas que el Hatha Yoga está desplegando en pleno siglo XXI, una manera exclusiva de potenciar los propios recursos físicos, energéticos y mentales, dándose cuenta de si aquello que se le propone sirve, directamente, al desarrollo de la propia sensibilidad.

Sensibilidad ¿en qué sentido? Sensibilidad en el sentido de autoconocimiento y autoindagación. Sensibilidad que despliega una escucha cada vez más refinada. Creo que no hay nada más adecuado para establecer un vínculo consciente con uno mismo, objetivo más inmediato del Hatha Yoga, que el contacto con el propio cuerpo, con sus límites, con su realidad, con sus necesidades, con sus riesgos, con sus miedos, con sus expectativas. Este es el mensaje implícito en las instrucciones que un buen profesor de Yoga tendría que ofrecer. Así, tanto él mismo como sus alumnos podrían emprender un camino seguro hacia la reconciliación con el momento presente.

En muchas ocasiones, las instrucciones de un profesor de Yoga contribuyen a generar confusión sobre los fines que se persiguen en la práctica del Yoga. El tipo de instrucciones que recibimos en las salas de Yoga obedecen a los patrones del profesor y se suman a los de los practicantes impidiendo que el cuerpo hable y deje ver su capacidad para responder con confianza. Se está más interesados en la colocación de un brazo o el perfecto alineamiento según determinadas reglas, que en el diálogo abierto y sensitivo que el cuerpo propone. En la medida en que se pierde el contacto con la voz del cuerpo y la voz de la respiración, más nos alejamos de la voz de la sensibilidad y de la intimidad con nosotros mismos. Una posición, un âsana, debería surgir de un movimiento interior explorado y atendido, más que de una regla preestablecida, inmóvil o competitiva.

Para experimentar los beneficios y frutos de la práctica de Hatha Yoga no se puede imitar a nadie, ni tampoco se pueden seguir reglas fijas o imágenes antiguas o modernas del google. Nada de esto tiene que ver con la adquisición de los verdaderos beneficios del Yoga que comienzan con el desarrollo de la escucha para generar sensibilidad y así, poder responder con conciencia al momento presente.

Los profesores e instructores de Yoga tenemos un gran reto en este sentido. Si aquello que se propone como Hatha Yoga, tan solo obedece a una suerte de adiestramiento del cuerpo y de la mente como objetivos “di per se”, estamos entregando una fórmula más de prevención y futuro que de verdadera transformación en relación con lo que somos aquí y ahora. Sin embargo, todo aquello que ofrece la posibilidad de desarrollar la sensibilidad que lleva al autoconocimiento y al crecimiento interior, a través del cuerpo y la mente, sí merece la pena porque lo que recibimos nos prepara para atender al momento presente. Basándonos en esta consideración, es muy importante que todos podamos acercarnos a los numerosos estilos de Hatha Yoga que conviven hoy en día, con una clara visión de aquello que buscamos. Así, podremos seleccionar la propuesta que debe permitir que cada practicante encuentre el camino más adecuado a su manera de ser, sus recursos físicos y su vida en general.

El profesor de Yoga tiene la misión de hacer vivir la práctica de manera sensible y consciente. Ello implica darse y ofrecer la oportunidad de atender toda la vivencia que se despliega en un âsana, en un vinyâsa o en cualquiera de las herramientas que se proponen en una sesión de Yoga. Permanecer presentes en esa experiencia a través de la respiración y la atención a las sensaciones del momento (pratyahara), despierta grandes posibilidades para contactar con las propias resistencias, el estado del organismo, las limitaciones, los bloqueos, los recursos a nuestra disposición y tantas maneras de obtener información sobre nosotros mismos. El contacto consciente abre la puerta al desarrollo de la sensibilidad y convierte la práctica en un proceso de re-armonización también con el fluir del mundo que vivimos.

Se trata del resultado de todo un proceso a través del cual generamos nuevos patrones de conocimiento. Normalmente, en la práctica de yoga, todos estos fundamentos nos llevan a los llamados estados meditativos (dhârana y dhyana)

Estos estados obtenidos mediante el desarrollo de la sensibilidad y la respiración consciente ejercen gran influencia sobre nuestras acciones, la relación que mantenemos con las vivencias cotidianas y también sobre las emociones. Incluso el sistema nervioso autónomo puede recuperar el equilibrio e integrar sus efectos para generar una conciencia más activa y sensible, aquella que nos permite responder a la vida desde una mayor conciencia. Un buen profesor de Yoga debe tener presente que justo éste es el gran beneficio del Yoga. Es el viaje de la felicidad. Con el cultivo de la sensibilidad a través de todos los fundamentos de la práctica la estructura cerebral también genera nuevas vías y recompone su estructura.

La sensibilidad proporciona una sincronización natural entre el movimiento del cuerpo, su posición y la respiración. Un buen profesor siempre nos acerca, a través de sus instrucciones y propuestas, fruto del desarrollo de su sensibilidad, a una percepción más consciente de la realidad y a una mayor claridad sobre la naturaleza orgánica del cuerpo y las sutilezas que nos devuelven a la integridad. También nos deja el espacio para:

Obtener Comprensión

La práctica de Yoga tiene que desarrollar en cada persona, los suficientes mecanismos de percepción para establecer si los movimientos o las posiciones que se proponen en una clase, están mirando a su beneficio integral.

Reconciliarse con el momento presente

La importancia del alineamiento no solamente mira a la ejecución correcta de una postura sino que tiende a desarrollar la conciencia del propio cuerpo desde la experiencia interior haciendo que se produzca una suerte de «reconciliación» con la propia realidad.

Incrementar la Inteligencia del cuerpo

Hay una clara evolución interior, cuando se buscan los ajustes de una postura o de un movimiento permitiendo las sensaciones y las respuestas espontáneas del cuerpo.

Generar Sensibilidad y Respeto

La sensibilidad y el respeto son el fruto de la comprensión, la inteligencia espontánea y el sentido de integración. La práctica del Hatha Yoga es un proceso vital para cada uno, y con el tiempo, se modifica y se afina: se aprende a usar todo tipo de percepciones para sentir, no sólo lo que ocurre en el exterior del cuerpo sino también lo que sucede en el interior.

Expandir la Conciencia

El Hatha Yoga es un camino de descubrimiento del propio ser integrado; una vía para llegar a emerger los potenciales inherentes a uno mismo; un recorrido que celebra ese impulso vital interior que nos acompaña y nos devuelve la luz que albergamos.

 

Cuando un profesor de Yoga da la oportunidad a un alumno de adentrarse a sentir y a observar en su cuerpo y en su respiración, los propios procesos y las respuestas que generan, abre la puerta a un importante aprendizaje. También él mismo reequilibra, al mismo tiempo, su manera de conducirse hacia sí mismo. Aunque al principio parezca que un alumno no entiende bien el objetivo de «mirar» hacia, o de «mirarse» en, ese profesor le está abriendo una puerta que tarde o temprano cambiará su vida y será el pilar de una gran transformación.

El Lenguaje del Profesor de Yoga: una inspiración en la sala.
Publicado en Yoga Journal nº 98.

Mayte Criado

Directora y Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga
Profesora de Hatha Yoga y Meditación