Cuanto más tiempo paso con los niños y niñas que asisten a las clases de Yoga en la Educación, más me doy cuenta del potencial que tiene el Yoga para educar y fomentar un desarrollo saludable de todos los aspectos del ser humano. No dejo de sorprenderme de los innumerables beneficios que esta milenaria filosofía nos regala, mediante las posturas de yoga, pranayamas, meditaciones y relajaciones, como camino de crecimiento y autorrealización; y de qué manera puede transformar la vida del practicante, sea niño, adolescente o adulto.

Cada día estoy más convencido de que el verdadero cambio de conciencia que todos queremos pasa por integrar las técnicas del Yoga y del Mindfulness en la educación de los niños y niñas desde una temprana edad, bien sea introduciéndolo en el sistema educativo o incluyendo clases de Yoga en la Educación en los centros y escuelas de Yoga. Este cambio de conciencia es ya una realidad. Y desde la EIY estamos trabajando para que así sea, formando profesionales cualificados y especializados que – desde su lugar de acción en centros educativos o en centros particulares – puedan difundir los beneficios del Yoga y la Meditación. Uno de los cursos de especialización que ofrece es Yoga para la Educación, cuya próxima convocatoria comienza en Madrid en enero de 2017, después de realizarse en las otras sedes de la Escuela: Mallorca, Elche y Santiago.

Educarles en inteligencia emocional

En general, nuestros niños y niñas están recibiendo una educación basada en el aprendizaje y la memorización de unos contenidos curriculares. Estos les preparan para desarrollarse en una sociedad en la cual se priman las competencias académicas más que las competencias a nivel humano. Es decir, se están educando personas con una gran inteligencia intelectual, pero deficientemente educadas en inteligencia emocional.

Todos sabemos que adquirir conocimientos académicos y culturales es fantástico y necesario. Pero también lo es fomentar el crecimiento de los potenciales intrínsecos al ser humano. Este equilibrio les permitirá no sólo desarrollarse como adultos, sino llegar a sentirse y ser adultos felices y conscientes. Y ¿Cómo es un adulto feliz y consciente? ¿Cómo se puede llegar a vivir una vida plena en la sociedad actual? Las respuestas las podemos encontrar en la práctica de Yoga y Meditación, y en dos de sus mayores beneficios: la Autobservación y el desarrollo de la Atención.

La necesidad de explorarse a sí mismo

En el trabajo con niños uno de los principales objetivos es fomentar en ellos la capacidad de autobservarse. Esta capacidad, que todo ser humano posee de manera innata, debe educarse y entrenarse desde la infancia. Y el Yoga posee todas las herramientas necesarias para desarrollarla y potenciarla. En estos momentos en que la tecnología está en plena evolución y expansión, la atención de los niños está desgraciadamente “secuestrada”. Para ellos lo más fácil es dirigirla hacia el exterior, pues reciben constantemente estímulos y distracciones en forma de pantallas, sonidos, campañas de marketing agresivas y un largo etc.

La práctica regular de Yoga es un camino hacia adentro, todo lo contrario a lo que se vive en el día a día. Por eso es necesario que los más pequeños comiencen a familiarizarse con el Yoga y la Meditación. Van a empezar a saborear la auto escucha, el sentir-“se”, a conectar con su interior y aprender a comprenderse. Y esto les facilitará el camino de  la autoregulación que tanto ansiamos en la vida adulta. La capacidad de autobservarse es uno de los mejores regalos que como profesores de Yoga en la Educación podemos ofrecer a nuestros alumnos y alumnas.

¿Cómo se fomenta la autobservación en niños y niñas?

A lo largo de la especialización de Yoga en la Educación transmitimos una idea fundamental: el niño aprende a través del juego consciente. Mediante el juego consciente introducimos al niño las técnicas de Asana y Pranayama, pero también las más sutiles y necesarias: Pratyahara, Dharana y Dhyana. Dependiendo de la edad de los alumnos, estos juegos y dinámicas estarán adaptados a sus necesidades y momento vital en el que se encuentren. Respondiendo a la pregunta inicial, en la práctica de Asana, por ejemplo, lo que pretendemos es que, a través de las posturas, el niño vaya desarrollando la escucha de la parte más burda y evidente de su ser, que aprenda a sentir y habitar su cuerpo físico (Annamaya Kosha).

Además de los conocidos beneficios que la práctica de Asana aporta, en los niños buscamos esa escucha haciéndoles observar en qué parte de su cuerpo sienten la postura, si tienen que hacer mucho esfuerzo, si se cansan, qué sienten, y a través de estas preguntas fomentar la escucha hacia sí mismos. Se trata de hacerles conscientes de lo que están haciendo y cómo lo están haciendo, de cómo utilizan su cuerpo para estar en Asana.

Dinámicas y juegos conscientes

Después de una actividad dinámica como puede ser Surya Namaskar, es el mejor momento para observar la respiración y seguir fomentando este hábito de la autobservación. ¿Cómo está ahora tu respiración? ¿Cómo estaba antes? ¿Qué ha cambiado? Son preguntas que hacen que el alumno se dé cuenta del momento presente, del aquí y del ahora, sin darse cuenta de que lo está haciendo.

Se trata de crear una rutina para conectar con uno mismo a través de las dinámicas y juegos conscientes que, de una manera lúdica y rigurosa, marcan este camino de mirar hacia adentro. De esta manera estamos trabajando el pasar de la actividad a la calma (juegos de stop-start), algo muy evidente y atractivo para los pequeños, pero también es necesario sentir la respiración en momentos de paz y relajación, para conectar con algo más profundo: La conexión entre la respiración y los estados emocionales.

yoga en la educación

El segundo paso: la Atención

El segundo pilar fundamental en el trabajo con niños y niñas es ejercitar y educar la atención. Actualmente la falta de atención es el principal motivo por el que los niños no aprenden. Les pedimos constantemente que nos “presten atención”. Pero no les enseñamos ni qué es la atención, ni cómo usarla, ni cómo puede afinarse. No debemos olvidar que el sistema nervioso del ser humano – incluido el cerebro – no termina de formarse hasta los veintiún años aproximadamente.

El uso descontrolado de la tecnología y las excesivas horas de pantallas a las que se encuentran sometidos, hace que el cerebro interprete la realidad a una velocidad que no es la real. Es decir, confunden realidad virtual con mundo real. Y se crean unas avenidas neuronales que están acostumbradas a que todo suceda muy rápido, se acondicionan a una velocidad de funcionamiento que nada tiene que ver con los ritmos naturales de la realidad.

Después, cuando tienen que interactuar con el entorno, al ritmo de los demás, ser pacientes, esperar su turno o simplemente hacer algo con calma, nace la impaciencia, la dispersión y lo que es más grave: La falta de motivación y el temido aburrimiento.  Nada reclama su atención al ritmo al que sus sistemas nerviosos están familiarizados. Por este motivo hoy en día es habitual ver niños a los que nada les entretiene más de cuatro minutos y constantemente necesitan cambiar de actividad, y son víctimas de una hiperactividad que ellos mismos no pueden gestionar.

Afinar y pulir la atención

El problema no es la tecnología. El problema es el uso desproporcionado a la edad y momento del niño, y la falta de una actividad que equilibre el sistema nervioso del niño. Por mi experiencia he podido comprobar que la práctica habitual de Yoga y Mindfulness desde la infancia ayuda a que la atención del niño esté equilibrada y armonizada con sus capacidades.

Llegados a este punto, la práctica de Pratyahara, Dharana y Dhyana toman el protagonismo y son el camino para afinar y pulir la atención de los niños y niñas a los que vamos a educar. Durante el curso de Yoga en la Educación se enseñan y practican las diferentes técnicas, ejercicios y dinámicas para aplicar estos importantes pasos del Ashtanga Yoga de Patanjali con niños desde infantil a bachillerato. Los tres estadios tienen un trabajo específico con la atención. Pratyahara se estimula con juegos conscientes de consciencia sensorial adaptada a cada edad. Dharana, con divertidas prácticas para fomentar la concentración, tanto en el interior como en el exterior. Dhyana es el resultado de practicar las dos anteriores, y a través de meditaciones guiadas, visualizaciones y autobservación vamos creando el necesario hábito de meditar, apreciando el silencio y la calma y el darse cuenta de cómo están en cada momento.

El juego consciente

Puede parecer muy difícil transmitir todos estos conceptos tan abstractos, incluso para los adultos, a los más pequeños sin que se aburran o dispersen. La pedagogía utilizada en la formación está orientada a presentar la esencia del Yoga de una manera atrayente y motivadora, que facilite el aprendizaje de los niños de todas las edades. Por eso distinguimos entre juego y juego consciente. Si la propuesta sólo es entretener – lo cual no es el caso de nuestra formación – utilizamos el juego.

Cuando la meta es educar y enseñar debemos utilizar el juego consciente, que tiene un objetivo claro hacia dónde nos dirigimos: Normalmente es entrenar la atención o la consciencia de los sentidos de una manera muy sutil; y al mismo tiempo atractiva y divertida para el niño o niña. Evidentemente el juego es una herramienta más al servicio de la enseñanza, no es el objetivo, y debe saber aplicarse en su justa medida.

A través de mi experiencia como profesor de Yoga para niños he podido comprobar que los dos beneficios que el Yoga aporta: La capacidad de autoobservarse y el ejercicio atencional coinciden con las necesidades que los niños y niñas actuales precisan. Al fin y al cabo, todo son caminos para llegar al autoconocimiento, la armonía entre todos los aspectos del ser y la liberación.

Namasté.

Joaquín Castaño
Profesor y Formador de la Escuela Internacional de Yoga
Responsable de la Escuela Internacional de Yoga en Galicia y Baleares