Meditación, cerebro y dolor. ¿Cuál es su relación?

Es un hecho el que la práctica de la meditación y el yoga reporta, no sólo beneficios, sino incluso cambios fisiológicos en nuestro cerebro. Gracias a los avances en ciencia, podemos ofrecer datos significativos e indagar en múltiples aspectos. Este es el caso del hallazgo que Zeidan, F. y cols (2011) nos presentan en el artículo: «Brain Mechanisms Supporting the Modulation of Pain by Mindfulness Meditation»; o lo que, parafraseando, es lo mismo: «Puesta en marcha de mecanismos cerebrales que regulan la modulación del dolor a través de la meditación y la atención plena».

¿Qué es lo que han hecho Zeidan, F. y su equipo y qué han observado? Este grupo de estudio quería ver hasta qué punto podían reducir la percepción del dolor las personas que practicaban meditación y mindfulness. Pero no sólo una percepción subjetiva del dolor, sino también cómo se comportaba el cerebro en relación a ese dolor. Para ello, escogieron un grupo de personas que fueron sometidos a una estimulación dolorosa y observaron cómo se comportaba su cerebro. Tras esto, el grupo tuvo un entrenamiento en meditación y mindfulness que duró cuatro días, tras los cuales, tendría que volverse a exponer al dolor (estimulación negativa).

¿Qué pasó? Lo que sucedió fue que, tras el entrenamiento, el grupo tenía que meditar mientras se les estimulaba negativamente. Esta acción hizo que el dolor subjetivo de este grupo se redujera en un 57% y la percepción de la intensidad del dolor menguara en un 40% en comparación con el grupo B que no hacía nada. Pero no solamente eso. Del mismo modo, gracias a las técnicas de neuroimagen, se pudo observar cómo el cerebro se comportaba de manera diferente ante el dolor.

¿Cómo se comportaba el cerebro?

  • Activando la corteza cingulada anterior y la ínsula anterior (estas zonas intervienen en la regulación del dolor).
  • Activando la corteza orbitofrontal (una zona que “da contexto” a los estímulos que nos llegan, haciendo que “entendamos” que el dolor no es tan desagradable como uno producido por una afección).
  •  Reduciendo la activación en la corteza somatosensorial colateral primaria (es decir, la zona que primero responde ante un caso de dolor con un componente emocional).
  • Desactivando los mecanismos del tálamo y la activación límbica (de forma sencilla, las áreas que dan subjetividad y emocionalidad al dolor).

De forma resumida, podemos afirmar que el entrenamiento en meditación y mindfulness, durante sólo veinte minutos en cuatro días, hizo que el cerebro afrontase el dolor con «racionalidad». Reduciendo significativamente la carga emocional y la experiencia subjetiva y física del dolor. Si en sólo un entrenamiento tan breve el cerebro ha sido capaz de manifestar estos cambios, cabría preguntarse ¿qué nos reportará una práctica continuada en meditación y mindfulness en el tiempo?

Estamos pues ante un esperanzador puente entre Meditación, cerebro y dolor. Un puente al alcance de cualquier persona.