Yoga en la Adolescencia

Compartimos con Joaquín Castaño, experto en Yoga en la Educación, sobre la práctica de Yoga y Meditación para adolescente. Un tema inquietante que requiere reflexión y formación.

El yoga —al menos en su versión más difundida— tiende a buscar coherencia, continuidad, cierta idea de integración. La adolescencia, en cambio, está hecha de cortes, de cambios bruscos, de identidades que se prueban y se descartan. Crecer no siempre implica integrar y pretender que el yoga “armonice” este proceso es no comprenderlo. Lo que sí puede hacer, en cambio, es ofrecer una pausa no para estabilizar, sino para observar y sentir. Permanecer sin exigir resultados.

En los entornos educativos, el encuentro entre yoga y adolescencia puede pensarse desde otra perspectiva, menos centrada en sus efectos y más en su condición de práctica para generar cierta conciencia. La escuela no es solo un lugar donde se transmiten contenidos: es una arquitectura del tiempo, del cuerpo y de la atención. Introducir yoga en el entramado educativo comienza por proponer una forma distinta de estar.

Desde este punto de vista, el yoga no entra a la escuela para hacer algo sobre los adolescentes, sino para compartir con ellos una experiencia que no suele tener lugar allí: una experiencia donde el cuerpo no es solo soporte de la mente, ni objeto de evaluación.

Para algunos adolescentes, el yoga será una propuesta extraña. Pero es precisamente en esa extrañeza donde reside su valor educativo ya que se trata de una práctica que no compite con las lógicas escolares. Que no busca integrarse del todo, ni ser explicada detalladamente.

Pensado así, Joaquín Castaño explica que el yoga en la escuela no se mide por resultados, sino por la calidad de la experiencia que ofrece. Una aportación específica para enseñar a respirar, a sentir y parar.