Todo, en todas partes, es Raquel
por Mayte Criado

Hoy me he despertado con una llamada perdida en mi teléfono. Ponía Raquel Webb, pero cuando la he devuelto me ha respondido Hervé su marido. No he podido responder nada cuando me ha comunicado el fallecimiento de Raquel. Mi voz se ha quedado apagada. Ni siquiera he sabido decir algo.

He abierto la ventana de mi cocina para poder respirar el aire frío de este día lluvioso en Madrid. Mientras respiraba, me preguntaba si temo a la muerte y si mi corazón roto alberga de alguna manera las enseñanzas que me deja la vida de Raquel en los últimos años. Todo es belleza y al mismo tiempo, todo me inspira un sentimiento de amargura que no me deja acceder con claridad a mis sensaciones. Me siento abrumada por este hecho inexorable de la muerte de Raquel. Todo es Raquel. Todo. Es un todo en el que cabe la tristeza, el llanto, el amor y la ternura.

En el silencio de la vida que sigue para mí, el duelo se abre paso.

Raquel ha formado parte de la Escuela y la Escuela ha formado parte de Raquel desde casi siempre. La Escuela somos personas. Solo personas. Seres humanos afanados en vivir dando lo mejor de sí mismos en todas las maneras posibles. Pero Raquel siempre nos mostró que más allá de ofrecer lo mejor de nosotros, hay una clave mayor que abre la puerta de la paz interior y nutre el alma para vivir con serenidad y ecuanimidad cualquier circunstancia que nos presenta la vida: el agradecimiento.

Vivir la vida dando las gracias por todo. Así fue la vida de Raquel.

Viene a mi mente el recuerdo de aquel día de mayo de 2015, en un retiro en el que colocamos a Raquel en medio del círculo que formábamos los participantes en una meditación, que llevaba la intención de mandarle la energía que iba a necesitar después de que un año antes le dieran su primer diagnóstico grave y hubiera ya pasado una de las múltiples operaciones que iba a tener. Después de algunos minutos, comenzamos a caminar en silencio. Ella iba delante serena, sosteniendo al grupo, sin vacilar ni un momento, siempre adelante, tan agradecida y amada. De pronto un grito desgarrador cruzó los límites de nuestra piel dejándonos impotentes y desnudos en medio del campo. Alguien cercano a ella expresó de aquella forma un dolor insoportable. El silencio se hizo más profundo aún; los pasos más enraizados y rítmicos. Todo fue un cielo azul y silencio. En ella, todo fue gratitud. Gracias siempre.

El duelo por Raquel se llena de sentimientos con los que no sé qué hacer. He encendido una vela, he escrito a algunas personas cercanas y me ha llamado Manu solo para llorar. Hemos llorado juntos, por teléfono, intentando aceptar que la vida se escapa inexorable y que todo lo que fue, lo que es y lo que viene es también Raquel; un todo que hoy nos integra envueltos en ternura y gratitud. Sin palabras, sin gestos, sin miradas hacia ningún lugar concreto, ni siquiera hacia algún tiempo que hayamos vivido juntos.

Sus cenizas reposan al pie del árbol de Luis Rosales en Cercedilla, mirando a un horizonte que revela envuelto de luz y serenidad. Más allá, su esencia reposa en nuestros corazones que lloran sonriendo, intentando abrirse a ese todo que es Raquel, dejando que la bendición de su presencia pura nos enseñe a vivir con plenitud y… agradecimiento.

“Las noches de Cercedilla
las llevo en mi soledad
y son ya la última linde
que ya quisiera mirar” Luis Rosales

(Éste es el poema que hay escrito en la piedra junto al “árbol de Luis Rosales”, en Cercedilla)