En todos los viajes a lugares lejanos que realizamos hay algo de búsqueda de uno mismo. Una intensidad escondida llena de incertidumbres que mira hacia el horizonte buscando respuestas. Hay algo de misterio y de vuelta al propio corazón; una llamada sin origen reconocido pero con mucho eco en los rincones del propio ser. Más que ningún otro destino, la India rememora esta inquietud; una mezcla de pasión, aventura y profunda nostalgia de lo incomprensible. Son, precisamente, sus gentes, sus olores, su diversidad y su inusitada devoción por la vida en cuanto a realidad, posibilidades y vivencias y también por la muerte en cuanto a renacimiento, conciencia e inspiración lo que provoca una estrepitosa llamada a lo profundo.

Según han puesto de manifiesto los estudiosos, la India es un pueblo en el que la espiritualidad está directamente conectada con la sociedad, la educación, la psicología, las disciplinas físicas, el arte, la música y la religión. Un viaje a la India es irrumpir en el mismo corazón de la vida, es decir, del ajetreo cotidiano, y dejarse embargar por valores y actitudes peculiares que revelan la intensidad del espíritu en todas sus posibles manifestaciones. Diversas formas de entender la realidad del mundo, diferentes modos de desarrollar ideas, cultos de todo tipo, estilos opuestos, religiones al uso y filosofías dispares se dan cita en este país intenso con enorme armonía y abrazados bajo una misma madre.

“Cuando queráis obtener algo verdaderamente importante no tenéis que satisfacer la capacidad de razonar sino tocar los corazones. La razón se obtiene a través del cerebro pero al corazón solo se llega a través del sufrimiento. Ahí reside la clave de la comprensión interior del hombre. El sufrimiento, y no las espadas, es el símbolo de la especie humana” Esta frase de Ghandi contiene la esencia de la disposición del pueblo hindú. Es la India de la no violencia; la India de las manos y los pies desnudos; la India que explica que la verdad es algo que vive más allá de los intereses individuales; la India que entrega su ego en el humo del incienso y vive en las contradicciones, a veces, en los extremos más insospechados; la India que no teme a la muerte.

El viaje interior es precisamente un largo paseo a través de una galería oscura e incierta. Un camino del que se vuelve transformado, y es así, la India toma esta cara amable para despertar en nosotros la alegría de los sentidos en su total plenitud. El gran viaje que es la historia de cada uno y que se representa en las calles y en los templos de la India, en los ojos luminosos de los niños mendicantes, como si de recuerdos inconscientes nos arrancaran de golpe para llevarnos a reconocer la propia distancia con nosotros mismos, los rincones putrefactos que alberga nuestra cansada mente y el hambre de paz interior que arrastramos.

La aventura de la búsqueda de lo Real, del Infinito, de lo Absoluto. La India representa esta peregrinación iniciática hacia lo profundo. Más que en ningún otro lugar, miles de personas de todos los tiempos, han centrado su esperanza de dar respuesta a las cuestiones existenciales; se trata de un encuentro con el maestro, pero ¿qué maestro buscamos allí? Muchos no lo encuentran, otros lo sustituyen por algún personaje convertido a gurú, otros vuelven con la India en el corazón y el maestro reconocido y venerado en el interior de uno mismo para siempre. El viaje espiritual que la India llena de sentido en su diversidad. Integrar todo lo que la India te devuelve a través de sus excesos, sin noción de bien o mal, es un ejercicio de gran misticismo que, sin duda, nos acerca al centro, al punto inicial que nos lanza al futuro en grandes espirales de vivencias.

La India muestra nuestras sombras mientras ella se recrea en su propia luz con la fuerza arrolladora de sus colores, sus cantos, sus danzas y sus múltiples sonrisas. Es un juego de niños; una peculiar llamada a la oración en cuanto a vivencia sagrada, un destino que deja una huella imborrable para toda la vida. La India nos toca profundamente y nos recuerda quienes somos a cada paso.

Mayte Criado
Directora y Fundadora de la Escuela Internacional de Yoga
Profesora de Hatha Yoga y Meditación